Efectos (y otros) del Brexit en la economía británica

Quiero dar una visión actual a través de un análisis, sobre la situación real de la economía en Reino Unido, comenzando por la subida de impuestos. Recientemente ha sido la del Impuesto de Sociedades, como consecuencia de los efectos de la caída adicional del PIB por el Brexit que supuso entre un 4%-6%, añadida a la derivada de la pandemia, todo ello unido a la negligente gestión por quien fue su primer ministro, en particular al comienzo, que tristemente pasará a la historia más por sus fiestas privadas y la imposición de la salida del Reino Unido de la UE a toda costa que por su destacada administración. Ha sido justamente lo contrario, más parecida a lo que podríamos calificar como una de las peores gestiones que ha padecido el país en las últimas décadas. Seguidas además por el “susto” de quien por semanas le sucedió, y ahora por alguien que no haciéndolo mal, tiene “miedo a la democracia”, o sea, a las urnas, lo que no es propio de un país con la acreditada e indudable reputación y práctica democrática.

Como el resto de los países desarrollados, el Reino Unido, también ha sabido utilizar con comodidad la manguera del dinero, o mejor dicho, el aumento excesivo de la masa monetaria durante la pandemia, lo que ha supuesto un efecto de una inflación disparada, que además se unió a unos fuertes problemas de oferta, y que se agravaron con las subidas de los precios de la energía y las materias primas por la guerra en Ucrania.

Los programas de apoyo a las empresas fueron como los de los países de la UE, con un destacado uso de las ayudas a fondo perdido, a diferencia de España. Podemos decir, que ambos países sufrieron los efectos de la pandemia con especial intensidad, por encima de otros países de la UE, y ambos por errores. Uno estratégico, como fue el Brexit, acompañado de una dirección política que tampoco se distinguió por su excelencia en la gestión; mientras que en España, fue consecuencia inefable de los tremendos errores de gestión económica, sanitaria y social de un gobierno inexperto y constituido por una mayoría de “recién llegados”, en su inmensa mayoría sin experiencia previa en gestión, lo que amplificó en 3%-4% la caída del PIB respecto a países con una estructura económica similar, con gran influencia en sectores de servicios, turísticos, hosteleros, transportes, como fue el caso de Grecia, Portugal o Italia.

El Reino Unido es un país independiente, cuyas autoridades fiscales y monetarias deben mantener una disciplina si no quieren volver a padecer los “nervios de los mercados” como les pasó con las desafortunadas decisiones que se tomaron, pero que tuvieron que ser corregidas de forma inmediata. Por tanto, debe de vivir acorde con sus propias medidas y decisiones, con calidad y responsabilidad en la gestión, estabilidad en las finanzas públicas, y una política monetaria acertada, –no puede depender tan en exceso como lo hace España hace ya demasiado tiempo del prestigio y estabilidad de otros países–. El Reino Unido establece sus propias políticas financieras, fiscales, de regulación de mercados, de situación laboral, nivel de deuda y déficit, entre otros, y, por ello debe estabilizar sus finanzas públicas en los próximos 3-4 años, comenzando con acciones claras y determinantes, que lleven a la reducción del déficit público y a comenzar a reducir la deuda sobre el PIB, a ser posible en términos absolutos, para lo que no es suficiente con que suba el PIB y la deuda baje en porcentaje sobre el mismo.

En las cadenas de suministros han sufrido indudablemente los efectos de su salida de la UE, del mercado único y sus libertades, que han incrementado los costes de los transportes, en particular por falta de oferta (desajustes entre cargas enviadas y viaje de retorno que encarecen los costes), y sobre todo por trámites burocráticos adicionales, que no han sido mal gestionados, después de unos tiempos iniciales caóticos, mediante sistemas digitales, pero que han supuesto unos indudables incrementos de costes, que añadidos a los derivados de otros motivos como la inflación, han supuesto una mayor pérdida de poder adquisitivo de la población y una mayor pérdida de renta per cápita en términos reales, consecuencia del Brexit. Sigue faltando mano de obra en todos los sectores, problema que se ha incrementado de forma notoria desde el Brexit al no formar parte del mercado único de la UE que no deja de ser su mercado más cercano y de mayores intercambios. También hay añadir que el agotamiento de la extracción de los pozos de petróleo del Mar del Norte incrementa el coste de la energía, por lo que ya se ve afectado como otros países de la UE.

El nivel de deuda, cercano al 100% del PIB con la subida de tipos realizada por el Banco de Inglaterra, aumenta de manera notoria el coste financiero por intereses cada mes, para atajar una inflación que está por encima de la media de países de la UE, entre otros motivos por la pérdida de eficiencia y eficacia que ha supuesto el Brexit (incremento de costes de las materias primas y productos importados, y presión salarial creciente por falta de mano de obra).

Ha perdido competitividad como centro de educación ya que se ha complicado y mucho la obtención de permisos para estudiar en algunas de sus reconocidas universidades.

De hecho, parte de la demanda de estudiantes se ha desplazado a Alemania. En resumen, el Brexit, sin duda, ha supuesto una pérdida adicional de eficiencia y eficacia afectando aún más a la productividad, que ya era un problema en el Reino Unido respeto a la UE, afectando de forma directa a todos sus negocios e inversiones.