El estado de la situación actual

Vivimos en un Estado depredador y dilapidador, exceso para alimentar a una Administración pública desproporcionada, en demasiadas ocasiones lúgubre refugio de la mediocridad, y demasiado alejada de la eficiencia y eficacia en el uso de los recursos. En concreto, un Estado adicto al gasto, lo mismo da la tendencia política y el nivel administrativo, es común a todos, aunque a unos les gusta más que a otros, y cada uno aplica la justicia como puede y entiende, y los males suelen siempre achacarlos al anterior gobierno o a la otra tendencia; y lo mismo da el nivel, nacional, autonómico, provincial, mancomunidad, municipal y si se quiere de distrito. Posteriormente, o simultáneamente, buscan un conjunto de advenedizos fieles seguidores que suelen recibir rentas que les permiten vivir bien y listo. Por ejemplo, los medios que viven de subvenciones y de los anuncios de las administraciones, empresas públicas o privadas controladas, por lo que más les vale mantener la línea editorial que conviene al conjunto de mediocres que suelen galantear unos méritos profesionales escasos, un nivel intelectual mejorable y que con frecuencia llegan incluso al uso de la violencia que achacan al adversario o imparten soflamas populistas que inflaman corazones y nublan la visión, prometiendo el paraíso.

 

Para justificar ese aumento permanente del gasto, aportan todo tipo de teorías políticas, sociales, económicas, antropológicas y del área científica que sean necesarias, cálculos variopintos a su conveniencia, usan a los menos avezados del entorno para decirnos que allí (que suele ser un territorio que se supone mejor o más desarrollado) el gasto es mayor, confunden conceptos, manipulan estadísticas, transforman las tablas, para justificar ese estado, mientras se produce el declive económico y social, lento pero certero, aunque les da igual que el crecimiento económico sea muy inferior al potencial. Y cuando salen comparaciones estadísticas internacionales que pudieran ponerlo en evidencia ante organismos que no controlan, pues dan explicaciones absurdas, variadas, o intentan presentarse en dichos organismos para, en el futuro, controlar la información que distribuyen.

 

Excesivo daño

El daño causado en los últimos cinco años ha sido mucho, excesivo, no sólo en lo económico o social, sino también en lo ético y moral, e institucional; la devaluación de las principales instituciones constitucionales, sea en la función legislativa de las cámaras parlamentarias, legislando excesivamente sin tomarlas en consideración, sin el debido trámite parlamentario. El daño a la imagen ciudadana de los órganos de gobierno de jueces y del propio Tribunal Constitucional, sea al prestigio e independencia de institutos que habían conseguido con gran esfuerzo órganos como el CIS, INE, CNMV y otros, e incluso alcanzando al rol de la institución monárquica. En definitiva, a la esencia democrática compartida, histórica, unitaria en la solidaridad de la nación española, dentro de la pluralidad y libertad del estado federal que realmente son las autonomías, que permita abrirse y dar entrada a gobiernos reformistas para devolver de nuevo el debate, el respeto a la diversidad, y la búsqueda del consenso en los argumentos de los otros.

Lo lamentable es que no van a cambiar en nada su estrategia porque, literalmente, millones de personas viven de esto, algo menos que en el sector privado, en el que además buena parte vive de la regulación que les crean los primeros para mantener mercados cautivos, explotar situaciones anticompetitivas, y que también les permite vivir muy bien. Esa mayoría vive mejor que los que se han convertido en siervos obligados, que aunque han evolucionado y supuestamente son ciudadanos libres, plenos de derechos y libertades, que aquellos se han encargado de cercenar, votan casi a la desesperada a tendencias que son rápidamente calificadas por el ejecutivo y sus ecos de tendencias extremas, y comienzan a practicar sesudos análisis que intentan aplacar el malestar, para neutralizar a la supuesta demagogia disidente, mediante soluciones sencillas pero impracticables, porque el estado actual de la situación, pese a que se desvía de lo que piensa la mayoría, que no logra entender, para ellos es el mejor.

 

Así que seguirán depredando, como han hecho siempre. España necesita escuchar un mensaje de esperanza, de proyección de futuro, de refuerzo moral, que insufle ánimo en la ciudadanía consciente, que no es poca.