El futuro de las relaciones de China con EE.UU. y la UE

RUBÉN GARCÍA-QUISMONDO

¿Cuál es la situación actual en China? China sigue siendo el gran desconocido. No sabemos qué está sucediendo realmente.

China ha logrado finalmente dominar la pandemia según los datos que nos ha facilitado, aunque carecen de verosimilitud. Ha crecido su PIB, el menor crecimiento en décadas, aunque muy insuficiente para su nivel de endeudamiento, y necesidad de desarrollo (profundas desigualdades sociales); pero ha aumentado su desempleo, mucho más entre los trabajadores emigrantes en los grandes núcleos urbanos y regiones más prósperas. El consumo interno ha disminuido un -3,8%, una profunda caída, que muestra más allá de los datos del escaso crecimiento del PIB, las grandes dificultades de su mercado interior, motivadas por la caída de la actividad interna, los confinamientos, el incremento de desempleo, el incremento del endeudamiento, sobre todo en empresas, en particular en las públicas, y las administraciones cantonales y municipales, además de las centrales.

 

Por otro lado, EE.UU. se ha visto muy impactado por el virus, pero sus datos de contagios por habitantes, letalidad, hospitalizaciones, no son ni mucho menos de los perores del mundo, en términos comparativos internacionales, lo que ocurre es que por su amplia población, la fiabilidad contrastada por diversas fuentes independientes y oficiales de sus datos, en términos absolutos son datos negativos desde una perspectiva epidemiológica. Parece que puso más el foco en la parte económica, sorteando así los malos datos. Una caída del PIB del 3,8% y un desempleo que no llega al 7% en diciembre, con una fuerte recuperación ya desde el 2T de 2020.

 

La fuerte tensión geopolítica no cesa ni podemos prever que cese, ya que no se vislumbra una posibilidad real de cooperación entre los bloques, más allá del medioambiente, y algunos asuntos vinculados a los derechos laborales de los trabajadores, un problema, sobre el que se ha basado en las últimas décadas su competitividad internacional, que ha mejorado, pero que aún se encuentran muy alejados de los deseables estándares y bienestar de la población china.

 

China, se compromete más allá de las declaraciones oficiales, a llevar a cabo los esfuerzos inmensos que debe realizar dado su altísimo nivel de emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación del agua, suelos, aumento del nivel de motorización, tratamiento de residuos, conservación de espacios naturales, reciclaje de residuos, en particular de los industriales, además de los urbanos; que hoy día le sitúa como el país más contaminante del mundo. Por ello, pese a las declaraciones y los esfuerzos realizados, deben coordinarse para convertir en hechos las previsiones, muy necesarios para su propia población y para todo el planeta. Deben internalizar los costes medioambientales y dejar de convertirlos en una externalidad que soporta toda la sociedad y el planeta, lo que puede implicar un importante aumento de costes, grandes inversiones y esfuerzos, para mantener una competitividad industrial basada en la incorporación real de los costes, así como la protección de su gran diversidad geográfica y biológica, y la protección de la salud de la población.

 

Los compromisos adquiridos de compra de productos norteamericanos no han alcanzado ni el 40% de las compras previstas, un nuevo incumplimiento de los acuerdos que alcanzó con los EE.UU. y que se llamaron, acuerdos en Fase I. China debe cumplir los compromisos que alcanza, los acuerdos deben cumplirse si quiere mejorar la imagen de que simplemente firma acuerdos que luego no le comprometen, porque lo contrario genera continua desconfianza entre los signatarios; esto ha permitido además el mantenimiento de un alto déficit comercial que viene provocado por su alta tasa de ahorro, un uso ineficaz de los recursos financieros procedentes de dicho ahorro en la financiación de la parte menos eficiente de la economía: empresas y administraciones públicas, que provocan inversiones en muchos casos que aumentan la sobrecapacidad, incrementando los problemas mundiales de determinados sectores productivos, e incrementando las inversiones públicas en infraestructuras, ya excesivas, lo que supone un uso menos eficiente de los recursos.

 

Sin duda, dichas inversiones generan un incremento del PIB, centrado en inversiones, más ahorro, menos consumo (negativo en casi 4 puntos), y una aportación exterior de la balanza comercial, con elevados tipos de interés, que los mantiene en la zona del 3%, atrayendo capitales, lo que provoca un fuerte incremento de las inversiones internacionales, con tipos nulos o negativos en términos reales, en la UE, Japón y los EE.UU. Pero dichos recursos no son en buena medida a largo plazo, por tanto el incremento del PIB se ha basado en un incremento elevadísimo de las inversiones en sectores menos provechosos, aportación positiva al crecimiento del PIB, sobre todo en el 3T y con intensidad en el 4T de la balanza comercial, cuyo superávit, a falta de demanda internacional fuerte en otros sectores, se ha aprovechado en buena medida por el alto incremento de los productos sanitarios relacionados con la Pandemia en el mundo: mascarillas, EPIs, guantes, respiradores, y bienes relacionados con los confinamientos: mobiliario, equipamiento del hogar y otros materiales, así como los productos y equipamientos de sistemas de información para el teletrabajo.

 

Sin embargo, China ha generado noticias nada conciliadoras, como son su presión continua en el estrecho de Taiwán, su guerra comercial abierta con Australia, país que ha decidido bloquear las relaciones por la excesiva interrelación y dependencia, por la intromisión en sus asuntos internos, con casos públicos muy preocupantes, incluyendo declaraciones en redes de dirigentes halcones chinos sobre Australia; o también con India, que desde los conflictos fronterizos, ha prohibido la mayoría de redes sociales, aplicaciones, las ofertas en concursos públicos y un conjunto muy importantes de medidas que impiden o directamente prohíben su mercado a las empresas chinas. Por no hablar del enfrentamiento con Noruega, y las amenazas a diversos países europeos que han excluido a sus empresas de concursos en telecomunicaciones. China, es un país que cada vez intenta imponer más su visión de las cosas e ideología, con conflictos comerciales y de otros órdenes con sus vecinos; y no sólo, ni mucho menos con EEUU.

 

La administración Biden cambiará muchas cosas, empezando por el tono con China, pero no el fondo en las relaciones geoestratégicas, sin cambiar su política de seguridad y defensa mediante su presencia en el océano Indico, y sus islas; así como los compromisos con sus aliados, a los que le unen acuerdos de defensa mutua en la zona: Japón, Corea del Sur, Filipinas, Taiwán, Australia, Nueva Zelanda, y cada vez más con India, Malasia, y un largo etc.

 

El 30 de Diciembre se firmó un acuerdo comercial y de inversión entre la UE y China. Tenemos muy poca información, más bien documentos poco concretos y declaraciones muy genéricas. Todo parte del concepto de que Europa está abierta a cualquier persona de cualquier nacionalidad u origen, para invertir en cualquier sector. Mientras, China sigue siendo la fábrica del mundo. En buena medida una fábrica de empresas occidentales para exportar a sus mercados nacionales o de productos semi terminados para las cadenas internacionales de valor.

 

Sin embargo, China sigue sin abrir sus puertas en sectores como la banca, el financiero, seguros, licitaciones públicas, redes sociales, infraestructuras, telecomunicaciones, medios de comunicación, y otros muchos que no están realmente abiertos, sino restringidos, prohibidos, o es casi imposible el acceso, tal y como han demostrado durante décadas de comercio internacional, en particular desde la incorporación de China a la OMC en 2001. Esto ha hecho que las empresas europeas, compitan en términos de desigualdad respecto a sus competidores chinos, además de acusaciones de prácticas abusivas de la competencia: dumping, concertación de precios, subvenciones cruzadas, ayudas financieras a la empresas exportadoras, no internalización de costes medioambientales, un nivel de incumplimiento de estándares de los derechos de los trabajadores para el nivel alcanzado de desarrollo, cuyas dificultades se ven agravadas por el fin del dividendo demográfico y el creciente envejecimiento de la población y su derivada en compromisos de pensiones.

 

El acuerdo alcanzado, pendiente de su aprobación por el Parlamento Europeo pretende un mayor acceso al mercado chino. Esperamos que cuando una empresa europea quiera acceder a una licitación pública de infraestructura, no estará obligada a tener un socio chino, ni estará obligada a ceder tecnología, dándola un tratamiento en términos de equidad. Habrá que desear suerte a nuestros negociadores Europeos respecto a los futuros tratos con China.

 

Rubén García-Quismondo

Socio director de Quabbala, Abogados y Economistas