Estos tiempos de pandemia mundial están llenos de comentarios que parecen llegar a la conclusión de que por unas u otras razones, China no llegará a cumplir las expectativas de crecimiento en el futuro, a pesar de que sus datos gubernamentales u oficiales insisten en que las cosas marchan bien, con un PIB que creció en torno al 6% en 2019, tasa envidiable para cualquier economía, pero las expectativas no son tan halagüeñas como se esperaba. De hecho, datos del primer trimestre de 2020 arrojaron a China a una caída trimestral cercana al 10% y una caída interanual de casi el 7%, aunque se haya producido un rebote del crecimiento de un 3,2% en el segundo cuarto del año, lo que ha supuesto una caída del 1,6% interanual durante la primera mitad de 2020.
Sin duda, dichos datos están relacionados con la llamada guerra comercial, el enfrentamiento por el que se ha decidido Estados Unidos desde que la administración del país pasó a ser republicana, y comenzó la imposición de barreras arancelaria. Esa guerra no solo se fijó en China, sino también en la Unión Europea, uno de sus principales socios comerciales; que sin embargo, y pese a ese cambio de actitud, lo seguirá siendo. De otra parte, estos días se ha decretado el fin del trato preferencial de Estados Unidos a Hong Kong por la introducción de la controvertida ley de seguridad nacional por parte de China.
Hace ya más de dos años señalé que China no llegaría en las próximas décadas a ser la principal economía del mundo, si medimos la importancia económica por el habitual dato del tamaño del PIB en términos reales, que no deja de ser la manera más convencional de medir el tamaño e importancia de una economía. Aunque si lo pensamos bien, ese dato no tenía ninguna importancia para la propia China y sus expectativas de desarrollo económico y social, ya que en este punto no tenían fundamento económico objetivo, y no permitían ver la magnitud de las debilidades y fortalezas de la economía y sociedad china.
Hoy, en el transcurso de una pandemia mundial de incalculables consecuencias económicas, parece que el panorama va quedando más claro, y afirmo que en menos de cinco años, estará clarísimo a medida que se desarrollen los acontecimientos que nos esperan. Podría basar mi afirmación en muchos datos o magnitudes económicas, tecnológicas, comerciales, demográficas, sociales, culturales y otras; pero lo resumiré de forma sencilla: tras un claro periodo de desglobalización en ciernes, en pocos años el crecimiento del PIB de EE UU, en términos absolutos, o sea, la cantidad de miles de millones de dólares en que se incrementará su riqueza nacional, será superior que al del PIB de China, y continuará, poco a poco pero de forma creciente tendencialmente en el largo plazo, aumentando la distancia entre el tamaño del PIB de ambos países, de forma que se romperá una tendencia de últimos casi 40 años.
Una afirmación así requiere una explicación y, sobre todo, un cambio de mentalidad y entender porque se produce ese fenómeno, y si lo prefieren, por qué EE UU logra dicho cambio o porque China se autodecepciona; ya que no solo depende de lo que crezca el PIB de Estados Unidos, sino también de lo que crezca el Producto Interior Bruto de China, de la Unión Europea, de Japón, de India y de las principales economías del mudo, incluidas Australia, Corea del Sur, Canadá, México y Brasil, por lo que es un juego internacional, más que un escenario bilateral.
La denominación de la autodecepción China hace referencia al fenómeno por el cual China ha puesto en marcha planes quinquenales, iniciativas u otras acciones que la llevaban a ser en casi todas las magnitudes la principal economía del mundo, lo que sin duda ha conseguido en muchos indicadores, pero no ha sido así en la mayoría de las magnitudes que al final determinan el liderazgo geoestratégico mundial.
China siempre se ha marcado el objetivo de que su PIB en términos reales fuera el mayor del mundo, que es el consenso del mercado, pero seguiré sosteniendo que el PIB de China no superará al de Estados Unidos, aunque siga recibiendo todo tipo de críticas y comentarios; nada mejor que ser una minoría si al final puede que el tiempo nos dé la razón, sobre todo si uno ha trabajado y trabaja de forma continuada durante más de 20 años en la economía de China.
Rubén García-Quismondo es socio director de Quabbala, Abogados y Economistas