Partiendo del hecho de que
nuestro estado “vive de
prestado”, gastando muchísimo
más de lo que recauda
desde hace décadas, no solamente
ahora, y que está tirando la casa
por la ventana, cuando quizás no
se pueda hacer otra cosa; hay que
matizar que se llegó a esta situación
con un déficit superior al 3% y
una deuda, con maquillaje, de más
del 95% del PIB, lo que nos posiciona
entre los peores del grupo de
cola de los países de la UE. Seguimos
gastando mucho en lo que no
se debe; entre otras cosas, en mantener
una estructura de gasto muy
por encima de nuestras posibilidades,
y la tendencia va claramente
en la dirección de empeorar.
El BCE compra buena parte de
la deuda que emitimos para mantener
los tipos bajos, los fondos europeos
que nos dará la UE, 140.000
millones de euros, serán la mitad
en un préstamo blando a devolver,
y la otra mitad en una subvención
que equivale a bastante menos de
lo que aportamos al Presupuesto
de la Comisión; por tanto, se utilizará
como un reciclado de dinero a
largo plazo para pagar gasto a corto
plazo, sea por deuda o menores ingresos,
de fondos europeos, y que
en 2021-2023 supondrá cada año
entre un 3,5%-4,5% del PIB de una
economía en decadencia desde
2004. Y, aún así, seguiremos con
un déficit desbocado en 2021, pero
ya con un PIB inferior entre 12 y 14
puntos, lo que equivale a entre
145.000 y 165.000 millones de euros
menos de riqueza respecto a la
de diciembre de 2019.
El escenario no va a cambiar y,
una vez asfixiados, en realidad ya
lo estamos, se tratará de maquillar
los números unos años más, y de
ahí surgirán las fuertes divergencias
que estamos ya viendo en algunos
ministerios y organismos
públicos con necesidad de una
fuerte reestructuración. Y en última
instancia, si es necesario, se
convocan elecciones para cuando
toque hacer el trabajo duro de no
gastar, y que otros carguen con un
presupuesto público restrictivo
que recorte los ingresos de más de
15 millones de personas dependientes
del Estado en forma de
pensionistas, asalariados, subvencionados
con una renta vital, rentas
de desempleo contributivo o
no contributivo, subvenciones de
todo tipo y otros, ya que carecen de
más ingresos, o es su trabajo u ocupación.
Pero estamos en manos de la UE,
y si se decidiesen por hacer bien los
deberes, y los hay que podrían, y se
optase por sostener “la fiesta hispánica”
del despilfarro, pues se lo tendrían
que replantear una vez más,
ya que la reducción de gasto siempre
cuesta mucho, lo que llevaría a
una subida de impuestos, de los capítulos
que sean, como buena parte
de la solución. Por supuesto que no
toda, pero sí a corto plazo, y luego
el que venga que asuma la situación,
haciendo uso de los mensajes
de siempre: “son tiempos difíciles,
solidaridad, no queda otra, es lo
que hay, nos han dejado el país
arruinado, etc.”, lo que les permitiría
pedir más. En concreto, consumirán
el capital acumulado en gasto
corriente, porque no olvidemos
que el sistema sancionador y de ingresos
públicos del que disponemos
permite las barbaridades que
vemos todos los días, que, en buena
medida, lo crearon los que debían
haber disminuido el gasto público,
hecho reformas profundas, y prefirieron
seguir gastando, hacer reformas
muy suaves y subir los impuestos,
sanciones, etc.
Esfuerzo fiscal
No es cierto que el esfuerzo fiscal
español sea inferior a la media europea,
dentro de nuestro entorno,
sino que es de los más altos del
mundo. La estructura de nuestras
empresas es similar a la de nuestros
vecinos, pero, sin embargo,
nuestra población activa sí que es
muy inferior a la de nuestro entorno
y la tasa de desempleo muy superior,
desde hace décadas, porque
nadie quiso, da igual el signo, década
tras década, hacer frente a la
dualidad del mercado del trabajo,
el elevado coste de la mano de obra,
en particular en cotizaciones empresariales,
la estructura sindicalizada
que no es soportada por sus
bajos niveles de afiliación sino por
subvenciones, o el exceso de protección
de empleo fijo e indefinido
en forma de indemnizaciones, salarios
de tramitación, frente a la
temporalidad a la que se condena a
más de uno de cada cinco trabajadores,
al desempleo al que se manda
a casi la mitad de los jóvenes, o a
la emigración, como ya pasó entre
2008 y 2013. Desempleo de más de
dos dígitos de nuestra población
activa, como estaremos, o casi, en la
EPA de enero de 2021, y que seguirá
subiendo sin duda a lo largo de
2021, y así continuará durante los
cinco años siguientes.
Así que atentos porque vienen
curvas y el coche lo conducen adictos,
viciados al gasto, y el conductor
que nos pongan en el futuro, cuando
venga, aunque no sea adicto, no
podrá frenar en seco, sino poco a
poco, y eso se traduce en años; vamos
a otra década perdida.