Los exportadores e inversores españoles siguen encontrando trabas para acceder a China, un mercado de 1.200 millones de habitantes tan lleno de oportunidades como blindado a la entrada del capital extranjero. En lo que va de 2019, las empresas españolas han detectado al menos 16 barreras para invertir o vender bienes y servicios en China, tal y como queda reflejado en el último informe elaborado por la Secretaría de Estado de Comercio, lo que perjudica sus posibilidades de penetración en el mercado.
Una cifra sensiblemente superior a las dos barreras detectadas en 2018 y que de hecho ya han sido resueltas. Se trataba de dos denuncias por las restricciones a la importación de frutas de hueso y de alfalfa. Hasta noviembre, la cifra se ha multiplicado por ocho y el impacto de las medidas proteccionistas ha afectado especialmente a empresas aseguradoras, constructoras y del sector de la alimentación.
Un buen ejemplo del blindaje de sectores estratégicos es el sector asegurador, en el que las empresas denuncian distintas trabas. Las compañías extranjeras están obligadas a operar en una joint venture con un socio local, con un máximo del 50% de capital, y tienen prohibido participar en la gestión de la compañía o ser accionistas de control. Tienen acceso al mercado de seguros de vida, pero no a los seguros de coches (que suponen la mitad de los seguros que no son de vida), ya que la normativa chinas impiden llevar a cabo negocios en seguros fijados por ley. Todo ello lleva a que la cuota de mercado de las extranjeras apenas llegue al 7% del total y que no puedan participar en igualdad de condiciones de un mercado con unos ingresos por primas de medio billón de euros al año.
Las constructoras también tienen limitado el acceso al mercado chino que mueve unas cifras colosales de inversión. “En 2.018 se invirtieron 92.817 millones de euros en la construcción de ferrocarriles, 228.000 millones de euros en la construcción de autopistas, canales y puertos y hay más de 127.000 millones de euros en proyectos en marcha de conservación de aguas. Es un mercado muy importante al que las empresas españolas quieren acceder”, recalca el informe de la Secretaría de Estado de Comercio.
Pero la cuota de mercado de las contratistas extranjeras, entre ellas las españolas, sigue siendo ridículo por las dificultades de acceso. Las empresas chinas tienen preferencia en la contratación pública frente a las extranjeras, que además solo pueden participar en proyectos financiados por instituciones internacionales y tienen que afrontar requisitos adicionales de capital.
Los impuestos también se convierten en una barrera de entrada frente a otros competidores en el caso de la alimentación y bebidas, el sector que más vende a China. España es el cuarto exportador de vino a granel y embotellado a China, por detrás de Francia, Australia o Chile. El informe revela que a las exportaciones españolas a China se les aplica un gravamen del 56%, en el caso de las ventas a granel, y del 48,2% en la de los embotellados. Ambas cifras surgen de sumar los aranceles, el IVA y otros impuestos al consumo. Frente a esta cifra, Chile o Australia, que tienen firmados acuerdos de libre comercio con China, obtienen una ventaja competitiva importante. Al mayor pago de impuesto se unen numerosos requisitos en aduana, desde etiquetado, máximos de sulfitos o ftalatos, embalajes, palés o licencia de importación que dificultan al máximo la entrada de bienes.
El resto de barreras se refieren a productos farmacéuticos, sistemas de reservas de viajes, productos cosméticos, porcino o lácteos.
Una de las primeras consecuencias de esas barreras a la entrada de bienes españoles es el crecimiento imparable del déficit comercial de España con China. Ese es la principal razón esgrimida por Trump para iniciar su batalla contra Xi Jinping. En 1995, la brecha negativa entre exportaciones e importaciones españolas a China llegaba a 1.076 millones y no ha dejado de crecer hasta alcanzar un máximo histórico de 20.632 millones de euros en 2018. Esa última cifra supuso un 61% del total del déficit comercial español.
Si se compara el mismo período de tiempo, el déficit comercial de EE UU con China se ha multiplicado por diez, pasando de 35.700 a 378.000 millones de euros entre 1996 y 2018. El desfase comercial con China supone el 68% del total.